lunes, 28 de abril de 2014

Mambrú no fue a la guerra




Mambrú no fue a la guerra.
Mambrú dejó el fusil
y el viejo zurrón
al abandonar la trinchera,
y arrancando trinchas y galones,
de su raída guerrera,
Mambrú dejó la guerra,
sin dolor, sin dolor,
sin pena.

Sí, Mambrú no fue a la guerra,
porque no era esta su guerra,
ni la del otro,
aquel pobre infeliz,
a quien los de arriba,
se empeñaron en llamar enemigo.
Así, pues, Mambrú se preguntó:

Por qué había de combatir
en aquella horrible guerra
defendiendo un viejo trapo de color.

Por qué segar la vida
del soldado carpintero,
del maestro huérfano de alumnos,
del campesino sin cosecha,
o del iluso poeta.

De quién podía ser, pues,
aquella sucia y sanguinaria guerra
que sólo traía dolor y penas.

Sí, Mambrú no fue a la guerra
en la que nadie venció.
Todos perderán en ella, se dijo,
al abandonar la trinchera,
todos perderán menos yo:

La madre perderá al hijo
y también al esposo,
y el hijo perderá al hermano
y al padre,
y también al amigo,
y a la madre,
y la hacienda,
y la vida,
y la sangre...

Todos perderán en esta
absurda guerra,
Unos perderán más,
algo menos los otros, quizá.

Donde está, pues, el honor
De luchar por un banquero o
Por un rico armador,
Un trapo, una petrolera,
O por un dios.

Y abandonando el fusil
en la trinchera,
Mambrú dejó la guerra,
sin dolor, sin dolor,
sin pena.


“Mambrú no fue a la guerra”
(Pintando palabras)

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