La cordura está en paro.
La esperanza proscrita,
agoniza en el umbral de la locura.
Vacío... ya sólo queda un
atroz y sórdido vacío,
en donde las almas no
hallan eco en el que gritar su amargura.
El terror se amamanta con
rabia de las ubres de la vida, desecándola sin piedad.
Los Arcángeles irreverentes
vomitan las moscas del odio, que revolotean por un paisaje fétido
despojado de humanidad.
La muerte, con regocijo,
clava sus garras en las entrañas de la tierra,
propagando el caos y la
desolación entre los cuerpos ensangrentados que se hacinan sobre las ruinas de
la ciudad.
En las calles de Bagdad
los jinetes del Apocalipsis vuelven a cabalgar
“Bagdad”
(Retales de intimidad)
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