El
lenguaje de la soledad me ha reservado
el
papel de poeta expatriado,
algo
así como un demonio benevolente,
que
encerrado en su propio ego,
se
inventa una mórbida languidez
para
prestarla a tus formas
en esos poemas minuciosamente
esculpidos en el recuerdo,
emergentes entre el polvo del olvido
y la hiriente aflicción de lo fugaz,
creados
de la misma materia incombustible
de
los dioses indolentes,
como
una alternativa a la nada.
“El
lenguaje de la soledad”
(Universo singular)
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