El poeta, transgresor de silencios fragmentados,
se enfrenta solo ante el público.
Él sabe que le conviene estar vacío
para dar cabida a la inspiración.
Un haz de rabiosa luz clara
delata su enjuta figura vestida de negro,
que al igual que un títere, queda suspendido en el
espacio
en el que pervive su prosa cruda y marginal.
¡Lo único que no mienten son los ojos!
Se repite una y otra vez en silencio el poeta
escrutando la oscuridad de la sala repleta de
inquisitorias luciérnagas.
Lentamente desnuda su alma frente aquellos
que escuchan los poema que desgranan su boca,
verso a verso, palabra por palabra,
a la espera de ser devorados,
de los pies a la cabeza, hasta la última estrofa.
¿Quién juzgará a quién?
Se pregunta el poeta, buscando una mirada de
aprobación
tras el banquete de aplausos vacíos,
donde el silencio revela todo aquello que el poema
no cuenta.
“El poeta”
(Retales de intimidad)
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