El dragón del
tintero me observa con ojos de fuego.
Yo, soy como un
púgil de humo que afronta un combate cuerpo a cuerpo, hasta el último aliento,
dejando escapar la vida entre las cuerdas del cuadrilátero de lo cotidiano.
El sonido del
gong marcan ya la hora de los enanos. Estos, como censores desbocados, tras
devorar letra tras letra hasta el último de mis poemas, se ocultan entre las
sombras.
Sus risas se
multiplican en el silencio taladrando mis oídos, son como el estertor
agonizante de una marsopa varada en la playa de la insatisfacción.
Me despierta el
zumbido del asesino de sueños. Mis dedos entumecidos se desperezan,
desprendiéndose lentamente de la corteza de apatía literaria que los embarga…
En él ya se adivinan
los primeros versos. Son como la epístola de un predicador de lacerada
conciencia, escrita entre absenta y putas en un antro de sueños pagados.
El flujo de la
poesía vuelve a discurrir por mis venas. Afortunadamente los enanos no han
crecido. El dragón ya no se me antoja tan fiero.
"De tinta y absenta"
(Retales de intimidad)
(Retales de intimidad)
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