viernes, 13 de mayo de 2016

Yo confieso...

De pequeño, nada más nacer, e incluso puede que antes, ya contraje una enfermedad crónica y mortal llamada VIDA. Esta enfermedad nos conduce inexorablemente a la muerte, y no tiene cura, pero si tratamiento, como grandes dosis de Amor, Fe, Alegría, Entusiasmo, Ilusión, Humildad, Dignidad (mucha dignidad) y algún que otro pequeño placer terrenal, sencillo y mundano, café incluido, lo que la hace más larga y llevadera. 
La muerte, a fin de cuentas, sólo dura un chasquido, vamos, mucho menos de lo que duran los conejos de Duracell.
Temer a la muerte es absurdo, es como temer a la lluvia. Hay que temer, si acaso, a la falta de lluvia, hay que temer a la vida, que es mucho más dura y jodida, pero claro... es tan bonita! Y es que nadie dijo que fuese fácil vivirla... o morirla!

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