Hacía calor, las garzas vestían de
blanco su plumaje estival, el viento se impregnó del aroma del
hinojo verde que, incipiente, comenzaba a brotar entre el pasto
matinal.
Una suave brisa primaveral procedente
del azul Mediterráneo,
lo mezcló con el perfume salado que
por Navidad
le regaló el Océano, junto a un collar
de aguamarinas y perlas que
fue la envidia de salmones, atunes y
ballenas.
Las grises gaviotas, apostadas sobre el
frondoso manglar,
daban rienda suelta a su cotidiano chismorreo
en una incomprensible jerga e
interminable parloteo,
mientras, celosas contemplaban el
distinguido caminar
de las esbeltas garzas, que con avidez
se alimentaban
de exquisitos saltamontes, ranas y
caracoles, en
una campestre escena matinal en las
marismas del Edén.
"Las marismas"
(Trazos del corazón)
(Trazos del corazón)
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